Los empresarios, con sus discursos de progreso, muchas veces se presentan como los salvadores de la raza trabajadora. “Sacando adelante a la gente”, dicen, mientras hablan de crecimiento económico y bienestar, pero en la realidad, todo se reduce a un sistema donde solo unos pocos salen ganando. Los trabajadores, esos que levantan el país con su sudor, terminan siendo los que menos ven de ese "progreso". Los empresarios se llenan los bolsillos mientras la clase trabajadora sigue viviendo en condiciones precarias, con sueldos bajos y expectativas que nunca llegan a materializarse.
Y aquí viene lo peor: el gobierno, ese que debería velar por el bienestar de todos, parece ser el primer cómplice. No solo permite, sino que muchas veces favorece el sistema que beneficia a los más poderosos. Nos sacan el trabajo, nos dan migajas, y luego, con sus políticas y medidas, se encargan de joder todo lo que hemos trabajado. Suben impuestos, implementan reformas que sólo favorecen a las grandes empresas, y nos venden un futuro prometido mientras nos hunden en la misma miseria de siempre.
La disparidad siempre encontrará su balance. Las injusticias tienen un límite, y el cansancio de la gente también. Puede que no se vea ahora, pero cuando el balance se haga, no va a ser bonito. Los que hoy se aprovechan del esfuerzo de los demás, un día tendrán que pagar por lo que han hecho. La sociedad, como un péndulo, no puede estar desequilibrada para siempre. En algún punto, el peso de las injusticias se va a sentir, y el péndulo, por más que lo intenten frenar, regresará al otro lado con fuerza. La gente no va a seguir aguantando mucho más. Y ese día, que nadie se sorprenda si las cosas no salen como esperan.
Porque, al final, aunque nos quieran hacer creer que todo es un juego donde siempre ganan los mismos, la realidad es que el sistema está diseñado para que, tarde o temprano, la balanza se incline hacia los que realmente sostienen todo esto: los que trabajan, los que luchan, los que no se dejan pisotear. Pero esta inclinación solo puede suceder con un pueblo consciente y despierto. El sistema está hecho para que esa balanza se balancee, pero solo si el pueblo reclama su poder, si se niega a seguir el juego y exige un cambio real. Si seguimos distraídos, sumidos en la rutina, permitiendo que los medios nos alimenten con clickbait y mentiras, se nos va a escapar la oportunidad de exigir lo que realmente nos pertenece. El tiempo para cambiar el curso de las cosas es ahora, y si dejamos que nos sigan manipulando, entonces seremos cómplices de nuestra propia opresión.
Un pueblo dormido no es aquel que no se mueve, sino aquel que ni siquiera sabe que ya es hora de despertar.
26112024